Que tu mano derecha no sepa lo que hace tu mano izquierda, he aquí un precepto evangélico que suelen cumplir a rajatabla los vicarios de Cristo sobre la Tierra, aunque en un sentido moral muy diferente del original y que nada tiene que ver con la caridad cristiana. La Conferencia Episcopal Española, por ejemplo, usó la mano izquierda cuando en las negociaciones sobre la nueva Ley de Educación del año 2004 suscribieron una declaración en la que textualmente apuntaban: "No debe dejarse al capricho o interés particular de los alumnos recibir o no una determinada asignatura"; tres años después el Episcopado usa la mano derecha, que es la que tiene más entrenada, para boicotear la asignatura de Educación para la Ciudadanía que empezará a impartirse, si Dios quiere, el próximo curso. Tras largas deliberaciones los prelados ya habían conseguido rebajar los límites de tolerancia de la asignatura "siniestra" para adaptarla a su moral y a sus principios, moral y principios que al parecer no tienen mucho que ver con los de la sociedad laica y democrática, sobre todo en lo referente al sexo en general y a la homosexualidad en particular. Con una habilidad avalada por más de 2.000 años de oficio, los obispos consiguieron cambiar género por sexo, explicando que la palabra género indica opción sexual y que para la Iglesia católica la homosexualidad no es una opción, sino un pecado nefando, si lo sabrán ellos que llevan siglos tapándose los ojos y las vergüenzas ante los casos, los numerados deben ser una mínima parte, de pederastia que se producen en colegios tutelados por religiosos.Pactaron con mucha mano izquierda las rebajas y ahora con la diestra arremeten contra lo que firmaron y aducen que la nueva asignatura servirá para formar la conciencia moral de los alumnos, materia en la que el Estado, según su piadosa opinión, debe ser neutral. La neutralidad en asuntos de moral se llama lisa y llanamente amoralidad, luego lo que los obispos propugnan es un Estado amoral que deje en sus manos las conciencias; la doctrina es suya y hace siglos que reclaman la patente.
Con el verano comienzan las escaramuzas para lo que será un otoño caliente en los colegios, con los alumnos concertados hechos un lío entre caprichos e intereses de padres y educadores enfrentados a un dilema moral falseado por las artimañas eclesiales. No llegará la sangre al Jordán porque al cabo de la primera batalla entrarán en juego temas candentes y espinosos como el de las subvenciones y concertaciones en la educación, la bolsa de las treinta monedas repiquetea y el dinero del César no puede caer en saco roto.
Mientras el clero anima a los padres a tirarse al monte para defender su exclusiva moral, los colegios privados y concertados de la Comunidad de Madrid se han llevado de calle y de barrio a 20.000 alumnos de la enseñanza pública, cercada por el Gobierno regional, las vocaciones crecen y los negocios florecen mientras en los centros públicos medio desmantelados los educadores se enfrentan con un problema añadido y creciente: el 82% de las incorporaciones a la educación escolar no universitaria, corresponden este año a la población inmigrante y el 80% de esos nuevos alumnos "opta", es un decir, por la enseñanza pública. Los problemas de adaptación de lengua, conocimientos y costumbres de los inmigrantes en colegios y sin los medios adecuados, puede producir importantes desniveles y mermas de calidad, ésa parece ser la opinión más extendida entre los padres que trasvasan a sus hijos de la enseñanza pública a la concertada donde los inmigrantes son, por lo general, una ínfima minoría. El amor al prójimo tiene sus límites geográficos y económicos.
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