España, por fortuna, cuenta desde la transición con El País, que ha sido y sigue siendo un periódico de calidad, valeroso defensor de la democracia, de la Constitución –recuérdese el 23-F y el papel jugado aquella noche por el diario de Prisa-, ubicado en el centro-izquierda y empeñado en el noble propósito de denunciar los errores y miserias de unos y de otros actores políticos; sobre todo, la peligrosa deriva hacia la derecha extrema en la que, desde hace bastante más de una década, parece sumido el Partido Popular. La solidez de ese periódico ha sido posible por muchos factores y gracias a muchas personas. Pero sin un empresario como el fallecido Jesús de Polanco, probablemente a estas alturas ni El País continuaría siendo lo que en la actualidad es, ni mucho menos el Grupo Prisa habría llegado al nivel de gran potencia mediática con descollantes inversiones en el extranjero, fundamentalmente en Latinoamérica, pero también –por citar un ejemplo sin duda emblemático- en Francia, donde el honorable Le Monde reforzó hace poco su estructura empresarial con la participación accionarial del grupo mencionado. Estandarte principal Aparte de El País, que ejerce de estandarte principal de Prisa, la SER, Cinco Días y el complejo Sogecable –con La Cuatro desplegando velas, además de otras aportaciones televisivas como Canal Plus, CNNPlus o Localia-, componen un entramado mediático de gran envergadura. Su contribución a la modernidad del periodismo español –en paralelo a los cambios espectaculares y, por lo general muy positivos, registrados en España desde hace tres décadas- resulta indiscutible, aunque no sea exclusiva, y sí compartida con otros intentos meritorios y saldados asimismo con éxito. Coraje y clarividencia Ha muerto Jesús de Polanco, cuyas palabras en la Junta de Accionistas de Prisa, hace unos meses, demostraron su coraje y su clarividencia. Fueron su despedida pública y constituyen una parte de su legado. Advirtió sin rodeos que la estrategia del PP, partido al que calificó “franquista”, llevaba a la confrontación, a la división e incluso generaba un ambiente guerracivilista. Apostó por una “derecha laica, moderna y democrática”. En estas circunstancias, dijo, “es muy difícil ser neutral”. La respuesta de Rajoy La respuesta de Mariano Rajoy fue tajante y autoritaria. Ordenó el boicot a los medios de Prisa en orden a colaboraciones o presencias de personas de su partido, además de aludir a medidas de carácter publicitario cuyo alcance no fue pormenorizado. Lo desobedeció el diputado valenciano Joaquín Calomarde, habitual colaborador de El País y de elplural.com. quien publicó un artículo en el periódico de Prisa. Días después, Calomarde optaba por darse de baja del PP. Insulto repetido Polanco se había convertido para la prensa afín a Génova 13, y desde hace casi veinte años, en el enemigo a batir. Mentar a Polanco equivale, en la COPE por ejemplo, a mentar al diablo. El día en el que se supo el retorno a España de Rodrigo Rato -lo que produjo la indignación de Losantos y compañía-, el insulto más repetido al que fuera vicepresidente económico del Gobierno del PP fue el de polanquista. Ignorancia supina Este empresario ha sido víctima –junto a Juan Luis Cebrián, su mano derecha- de las descalificaciones más groseras, perversas y soeces. Polanco, en el imaginario colectivo de los conservadores españoles, era una especie de Al Capone. Claro que la ignorancia supina de algunos podría servir de atenuante a esa legión de calumniadores especializados en denigrar a Polanco. Sin límites Esta leyenda de malo de la película la fomentó el mismísimo José María Aznar. Su odio hacia Prisa careció de límites. Llevado por el rencor y por el deseo de silenciar al adversario, Aznar -recién llegado a la Moncloa- puso en marcha una compleja operación destinada a dinamitar o dañar gravemente al Grupo Prisa. Lo hizo desde el Gobierno, con la complicidad de ciertos jueces y fiscales y la del denominado Sindicato del Crimen, integrado por conocidos periodistas en la órbita genovesa. Ciudadanos que no olvidan Quisieron en 1997 acabar con Polanco y con Cebrián. Estuvieron a punto de lograrlo, y de encarcelarlos. Como acostumbran, no tuvieron ni pudor ni escrúpulos. Ahora, diez años después, Polanco ha fallecido. Pero se va acompañado de la gratitud de millones de ciudadanos demócratas que no olvidan que –más allá de errores, insuficiencias o miserias, que caracterizan la condición humana- el Grupo Prisa ha sido decisivo para que las libertades, secuestradas por la dictadura, volvieran a España. Y para mantenerlas en épocas difíciles, y muy recientes. A Polanco el integrismo neocon le impidió “ser neutral”. No cayó en la trampa de la equidistancia. Aquel a quien no le dejaron ser neutral descansa ya en paz. Adiós, Jesús. |
domingo, 22 de julio de 2007
Se va el presidente de Prisa, acompañado de la gratitud de millones de ciudadanos demócratas
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