Unos operarios tratan de introducir una incubadora en un camión de mudanzas. Esto ocurrió el pasado lunes junto al edificio del futuro hospital de Parla, un municipio del sur de Madrid, y no tendría nada de extraño, si no fuera porque dos horas antes la presidenta de la Comunidad de Madrid, Esperanza Aguirre (PP), se había hecho una foto manejando la misma incubadora en el ala de maternidad del centro. El posado de Aguirre ocupó un lugar destacado en la "presentación de la obra civil" -algo así como una inauguración de mentirijilla cuando las obras no Desde primeros de año, Aguirre mantiene una apretada agenda de visitas a infraestructuras construidas en su mandato: paradas de metro, centros de salud, escuelas, estaciones... Entre ellas, lleva ya tres hospitales, aunque le quedan otros cinco antes de que termine la legislatura.
Hace ya dos meses, el Gobierno regional reconoció que no los finalizaría a tiempo. Pero la campaña estaba encima y en el afán porque la presidenta de Madrid saliera en las fotos sus asesores decidieron cambiar las inauguraciones por presentaciones "del final de las obras".
Por eso, ha visitado centros sanitarios que no estaban finalizados con una puesta en escena digna de cualquier gran inauguración: un amplio séquito, horas de recorrido por las instalaciones, y discurso final para agradecer el trabajo de los profesionales y, también, ponerse la medalla de que cumple sus promesas.
En la inauguración del centro de salud Ensanche I de Vallecas, en la capital, Aguirre y el consejero de Sanidad, Manuel Lamela, se hicieron el pasado 3 de abril la foto montados en dos bicicletas estáticas sobre cuatro metros cuadrados de moqueta reluciente. Pudieron pedalear en un rincón del gimnasio de rehabilitación preparado para la inauguración oficial, pero el resto del pabellón aún debía sufrir semanas de obras para estar terminado.
Unos 15 días después, cuando el centro abrió sus puertas al público, recibió cinco reclamaciones por escrito de pacientes sólo en las tres primeras horas de funcionamiento. "Los ordenadores no funcionan. Damos las citas anotando las horas a mano en una libreta", explicó una administrativa. Los médicos, que no tenían acceso a las historias clínicas, hacían su diagnóstico "a papel, boli y lo que te cuenta el enfermo", según un facultativo.
Junto a los pacientes, pululaban por el edificio los obreros. En la primera planta, donde una decena de consultas esperaban a los enfermos, había también máquinas de pulir el suelo y una gruesa capa de polvo sobre las camillas, equipos médicos y materiales aún embalados. Y en el sótano la situación era peor. Allí había paredes sin terminar y estanterías por montar. Pese a ello, Sanidad hizo público el siguiente comunicado: "El Centro de Salud Ensanche de Vallecas ha iniciado su funcionamiento en la mañana de hoy, según lo previsto y anunciado en su día, completamente terminado y acondicionado".
Al hospital del Tajo, en Aranjuez, le tocó visita de Aguirre el pasado 27 de abril. Ese día la presidenta regional recorrió un edificio en el que el suelo no estaba pulido, los cristales tenían churretes y polvo y todavía quedaban por los pasillos sacos de yeso, vallas y palés.
Aunque ella no pudo observar estos detalles, porque sólo visitó las zonas rematadas por las que le condujeron sus asesores. Allí probó sillas para enfermos, camas articuladas y hasta un aparato electrónico que, si se introducen los datos del paciente, abre automáticamente un cajón donde está la dosis precisa de medicamentos que debe tomar. Ella no paraba de alabar la obra.
También la acompañaban tres profesionales con bata blanca que explicaban el funcionamiento de las máquinas y que al igual que el centro estaban de prestado. "¿Esta bata? No, no es mía; me la han dejado", aseguró una.
Aquella visita dio la medida de que las supuestas inauguraciones eran una farsa. Por eso, cuando el lunes Esperanza Aguirre acudió a Parla, la organización se había volcado en impedir que los medios de comunicación notaran esos fallos.
Cuando la presidenta regional entró en el nuevo edificio a las once de la mañana, el reloj de la recepción marcaba las cuatro de la tarde. Como en el resto del edificio fantasma, nada funcionaba. Aunque lo que vio la presidenta regional y el séquito de dirigentes regionales que la acompañaba no indicaba que fuera un hospital sin terminar. Y eso que el alcalde explicó que no podrá dar la licencia de ocupación hasta dentro de, como mínimo, seis meses, porque aún quedan muchas cosas por terminar. Entre ellas, el equipamiento técnico y la selección del personal médico y sanitario que se hará cargo del futuro hospital.
Minutos antes de la llegada de los inauguradores, un hombre vestido de traje había impedido el acceso al hospital a una mujer. "Es que quiero ir al baño", insistió ella. "No se preocupe, no hay", contestó el cancerbero de la puerta. Después fue fácil justificar su respuesta. Aunque la comitiva pasó por delante de baños perfectamente señalizados, no había tal equipamiento. Bastaba con abrir la puerta para ver que dentro sólo había paredes alicatadas, sin lavabo, ni baño.
El itinerario que recorrió la presidenta regional junto a los periodistas, por habitaciones, quirófanos y alas de especialidades, sólo pasa por la parte que está terminada. Y no se puede salir de allí. Varios vigilantes apostados en los corredores que no forman parte del recorrido impedían a los reporteros salir de él.
"No se puede pasar", afirmó uno de los vigilantes. Preguntada la razón, contestó: "Porque tengo órdenes de que no". En otra parte del hospital, tres grandes macetas colocadas en medio de las escaleras impedían subir.
Tras una de las puertas prohibidas se almacenaban los cubos de pintura y otros materiales acumulados. Preguntado por las razones de este impedimento de paso, el viceconsejero de Presidencia, Alberto López Viejo, que se encarga de organizar los actos de Aguirre, se limitó a decir: "Nunca recorremos todo el hospital".
De su respuesta parecía que lo importante no es cuándo llegarán los futuros pacientes, sino el paso de la comitiva de Aguirre.se han adaptado al calendario electoral- que la presidenta protagonizó en Parla.
Hace ya dos meses, el Gobierno regional reconoció que no los finalizaría a tiempo. Pero la campaña estaba encima y en el afán porque la presidenta de Madrid saliera en las fotos sus asesores decidieron cambiar las inauguraciones por presentaciones "del final de las obras".
Por eso, ha visitado centros sanitarios que no estaban finalizados con una puesta en escena digna de cualquier gran inauguración: un amplio séquito, horas de recorrido por las instalaciones, y discurso final para agradecer el trabajo de los profesionales y, también, ponerse la medalla de que cumple sus promesas.
En la inauguración del centro de salud Ensanche I de Vallecas, en la capital, Aguirre y el consejero de Sanidad, Manuel Lamela, se hicieron el pasado 3 de abril la foto montados en dos bicicletas estáticas sobre cuatro metros cuadrados de moqueta reluciente. Pudieron pedalear en un rincón del gimnasio de rehabilitación preparado para la inauguración oficial, pero el resto del pabellón aún debía sufrir semanas de obras para estar terminado.
Unos 15 días después, cuando el centro abrió sus puertas al público, recibió cinco reclamaciones por escrito de pacientes sólo en las tres primeras horas de funcionamiento. "Los ordenadores no funcionan. Damos las citas anotando las horas a mano en una libreta", explicó una administrativa. Los médicos, que no tenían acceso a las historias clínicas, hacían su diagnóstico "a papel, boli y lo que te cuenta el enfermo", según un facultativo.
Junto a los pacientes, pululaban por el edificio los obreros. En la primera planta, donde una decena de consultas esperaban a los enfermos, había también máquinas de pulir el suelo y una gruesa capa de polvo sobre las camillas, equipos médicos y materiales aún embalados. Y en el sótano la situación era peor. Allí había paredes sin terminar y estanterías por montar. Pese a ello, Sanidad hizo público el siguiente comunicado: "El Centro de Salud Ensanche de Vallecas ha iniciado su funcionamiento en la mañana de hoy, según lo previsto y anunciado en su día, completamente terminado y acondicionado".
Al hospital del Tajo, en Aranjuez, le tocó visita de Aguirre el pasado 27 de abril. Ese día la presidenta regional recorrió un edificio en el que el suelo no estaba pulido, los cristales tenían churretes y polvo y todavía quedaban por los pasillos sacos de yeso, vallas y palés.
Aunque ella no pudo observar estos detalles, porque sólo visitó las zonas rematadas por las que le condujeron sus asesores. Allí probó sillas para enfermos, camas articuladas y hasta un aparato electrónico que, si se introducen los datos del paciente, abre automáticamente un cajón donde está la dosis precisa de medicamentos que debe tomar. Ella no paraba de alabar la obra.
También la acompañaban tres profesionales con bata blanca que explicaban el funcionamiento de las máquinas y que al igual que el centro estaban de prestado. "¿Esta bata? No, no es mía; me la han dejado", aseguró una.
Aquella visita dio la medida de que las supuestas inauguraciones eran una farsa. Por eso, cuando el lunes Esperanza Aguirre acudió a Parla, la organización se había volcado en impedir que los medios de comunicación notaran esos fallos.
Cuando la presidenta regional entró en el nuevo edificio a las once de la mañana, el reloj de la recepción marcaba las cuatro de la tarde. Como en el resto del edificio fantasma, nada funcionaba. Aunque lo que vio la presidenta regional y el séquito de dirigentes regionales que la acompañaba no indicaba que fuera un hospital sin terminar. Y eso que el alcalde explicó que no podrá dar la licencia de ocupación hasta dentro de, como mínimo, seis meses, porque aún quedan muchas cosas por terminar. Entre ellas, el equipamiento técnico y la selección del personal médico y sanitario que se hará cargo del futuro hospital.
Minutos antes de la llegada de los inauguradores, un hombre vestido de traje había impedido el acceso al hospital a una mujer. "Es que quiero ir al baño", insistió ella. "No se preocupe, no hay", contestó el cancerbero de la puerta. Después fue fácil justificar su respuesta. Aunque la comitiva pasó por delante de baños perfectamente señalizados, no había tal equipamiento. Bastaba con abrir la puerta para ver que dentro sólo había paredes alicatadas, sin lavabo, ni baño.
El itinerario que recorrió la presidenta regional junto a los periodistas, por habitaciones, quirófanos y alas de especialidades, sólo pasa por la parte que está terminada. Y no se puede salir de allí. Varios vigilantes apostados en los corredores que no forman parte del recorrido impedían a los reporteros salir de él.
"No se puede pasar", afirmó uno de los vigilantes. Preguntada la razón, contestó: "Porque tengo órdenes de que no". En otra parte del hospital, tres grandes macetas colocadas en medio de las escaleras impedían subir.
Tras una de las puertas prohibidas se almacenaban los cubos de pintura y otros materiales acumulados. Preguntado por las razones de este impedimento de paso, el viceconsejero de Presidencia, Alberto López Viejo, que se encarga de organizar los actos de Aguirre, se limitó a decir: "Nunca recorremos todo el hospital".
De su respuesta parecía que lo importante no es cuándo llegarán los futuros pacientes, sino el paso de la comitiva de Aguirre.se han adaptado al calendario electoral- que la presidenta protagonizó en Parla.
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